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GAURNIBIHARZU es un proyecto realizado con ayuda del Departamento de Cultura de Gobierno Vasco y consiste en un proceso creativo y de investigación artística de carácter performativo y experimental. Basado en la acción y en diferentes formas de registro: fotográfico, audiovisual y sonoro, se buscó generar espacios de fricción conceptual y visual en torno a la idea de obra en relación al espacio de exhibición.

A partir de preguntas sobre la pertinencia de seguir generando objetos artísticos así como el cuestionamiento sobre su caducidad, se propuso a modo de respuesta realizar una acción performativa como preludio a un enterramiento de una pieza de producción propia.

Al haber incorporado la obra que se desea enterrar en distintos trabajos, surge la necesidad de pasar a otra etapa, ¡qué mejor que confiarla a una colección!.

En este sentido, el Cementerio del Arte situado en Morille municipio salmantino, resultaba pertinente por sus características, el tipo de piezas y propuestas que alberga y la concepción de sus fundadores, los artistas Domingo Sánchez Blanco y el fallecido Javier Utray.

“El propósito básico del Cementerio de Arte de Morille es el soterramiento de piezas de reconocido valor artístico y/o vinculadas directamente al ámbito del arte de vanguardia, entendiendo que no es menos importante el proceso que lleva al soterramiento que el soterramiento mismo.

Estamos ante una propuesta ambigua, compleja y plural: para unos se trata de un “depósito permanente de arte”; para otros de un “museo-mausoleo”, de un “centro de arte subterráneo” y también de un “museo cóncavo”; si bien la denominación de “cementerio de arte” se ha impuesto sobre las otras, quizá por la contundencia de los términos.

La pluralidad de enfoques sitúa el Cementerio de Arte precisamente en la encrucijada que discute la esencia misma de la creación artística (su naturaleza y función social, entre otras consideraciones), no exenta de una evidente dimensión crítica respecto a los fundamentos de la museística actual”.

Se propuso una metodología procesual, entendida como un campo de pruebas con posibilidades im-previstas, con el objetivo de generar resultados artísticos a partir de una acción performativa y la incorporación de esta pieza a la colección del Cementerio de Arte.

El Museo Mausoleo, lleva operativo desde 2005 acogiendo proyectos de reconocidas artistas como Esther Ferrer, Beth Moysés, Isidoro Valcárcel Medina, Avelino Sala, entre otros.
Se tuvo en cuenta la premisa que los propios creadores quisieron generar a la hora de materializar este espacio, otorgando un sentido poético y transgresor a las acciones que se llevan a cabo.

“Todo tiene un sentido poético, son microperformances. El visitante tiene que averiguar las historias que hay en cada tumba, no entiende nada al principio y es el propio paseo lo que le da significado al museo.”

Efectivamente, un museo que no permite ver las piezas sorprende a sus visitantes pero nos interpela a repensar las innumerables obras que permanecen ocultas en los almacenes de grandes instituciones. Del mismo modo, pone la alerta sobre todas las creaciones que no son compartidas o que permanecen latentes, a veces por el deseo del creador/a y en otras ocasiones por la imposibilidad de encajar en los espacios establecidos.

En Morille la importancia de los procesos artísticos así como las circunstancias que han llevado a importantes artistas a depositar allí sus trabajos, nos condujo a reflexionar sobre los mecanismos por los que se pone en funcionamiento la maquinaria de la producción artística.

De esta manera, la lógica interna de esta propuesta iba más allá de lo que se materializó como acción e intervención, para sumarse al cuestionamiento tanto personal como colectivo de las personas que nos dedicamos a la práctica artística, haciendo imprescindible revisar nuestros procedimientos así como los espacios en los que queremos difundir nuestro hacer.